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    3 etapas de la enfermedad hepática

    De acuerdo con un informe de 2011 de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (1), la enfermedad hepática es la 12ª causa de muerte en Estados Unidos. El hígado es el órgano interno más grande del cuerpo humano y trabaja arduamente para purificar la sangre de manera eficiente, almacenar vitaminas, producir factores inmunes y ayudar en la digestión (2). Cuando se ve comprometido por problemas como infecciones, problemas inmunitarios y abuso de alcohol, el hígado se enferma y finalmente falla si no se trata. Si bien existen diferentes tipos de enfermedades hepáticas, la secuencia de daño es similar: inflamación, fibrosis, cirrosis y falla, y una puede llevar a la siguiente si no se trata (9)

    Inflamación

    En la etapa inicial de la enfermedad hepática crónica, el hígado se inflama e inflama. Esta condición, la hepatitis, puede ocurrir debido a una infección viral, lesiones, abuso de alcohol, enfermedades autoinmunes o como reacción a las drogas (3, 9). La hepatitis aguda es a corto plazo y dura varios meses, mientras que la hepatitis crónica se desarrolla lentamente y generalmente no presenta síntomas (3). Algunas personas reportan sentirse muy cansadas y enfermas con poco apetito (3). Por lo general, la hepatitis se diagnostica con análisis de sangre o biopsia de hígado y se sigue con un tratamiento que depende de la fuente de la inflamación (3). La buena noticia es que esta etapa es altamente tratable para que se puedan prevenir las cicatrices resultantes de la inflamación crónica o fibrosis (3).

    Fibrosis

    El sistema inmunológico actúa para reparar el daño que está causando la hepatitis, pero como la capacidad del hígado para procesar el colágeno y otras sustancias se ve obstaculizada, el tejido cicatricial se acumula más rápido de lo que puede descomponerse y acumularse con el tiempo, lo que produce fibrosis (4, 9 ). La parte funcional del hígado queda ahora en desventaja y tiene que esforzarse más para completar las tareas de todo el órgano (4). Afortunadamente, la fibrosis es tratable y puede detectarse mediante imágenes no invasivas, análisis de sangre o biopsia de hígado (4). Si la fibrosis progresa, puede provocar cirrosis, un estado en el que la cicatrización es grave y el flujo de sangre a través del hígado se restringe (4)

    Cirrosis

    Los años de aumento de la fibrosis hepática causan daños graves y pueden provocar cirrosis, una condición en la cual el hígado se vuelve rígido debido a los nódulos rodeados por tejido cicatricial (4, 6, 7, 9). En la cirrosis compensada, el hígado está extremadamente cicatrizado, pero aún puede realizar tareas importantes y es posible que no tenga síntomas (4, 6). Varices pequeñas, o venas anormales en el esófago y el estómago pueden estar presentes en silencio en este punto (6). La cirrosis compensada se convierte en cirrosis descompensada cuando comienzan a aparecer signos de complicaciones graves (4, 6, 7). Las personas en la fase a menudo se sienten cansadas, con náuseas, tienen un apetito debilitado y pueden magullarse con facilidad (7). Las complicaciones se tratan a medida que surgen hasta que las cosas se ponen tan serias que un equipo médico puede considerar opciones quirúrgicas (4, 5, 6, 7).

    Cirrosis descompuesta e insuficiencia hepática

    La cirrosis descompensada ocurre cuando hay una cicatrización tan significativa que el hígado no puede funcionar correctamente y falla, un proceso conocido como insuficiencia hepática crónica que puede tener lugar durante meses o años (4, 5, 6, 7). En esta etapa, la presión arterial alta prolongada en el sistema de la vena porta causa complicaciones mayores: hinchazón en el abdomen y las extremidades inferiores, ictericia, deterioro de la función cerebral, agrandamiento del bazo y hemorragia (4, 5, 6, 7). Los problemas gastrointestinales, la malnutrición, el deterioro de la función renal y otros problemas que amenazan la vida pueden surgir y las posibilidades de desarrollar cáncer del hígado aumentan (7). Los síntomas iniciales de insuficiencia hepática (cansancio, diarrea, pérdida de apetito y náuseas) imitan muchas enfermedades comunes y dificultan el diagnóstico (7). Los síntomas más graves de confusión mental, somnolencia y desorientación justifican un tratamiento médico inmediato (7).

    Advertencias y precauciones

    La hinchazón anormal, los problemas para dormir, el color amarillo de los ojos o la piel, la pérdida muscular, los temblores, las deposiciones negras o alquitranadas y la confusión deben hacer que se llame a un especialista en hígado para conocer el mejor curso de acción (4, 6, 7). Solicite asistencia médica de emergencia si se produce una desorientación grave, somnolencia y confusión o en el caso de vómitos con sangre o que parecen granos de café. Si tiene dudas, llame al 911 (8). Tener un diálogo abierto con un médico de familia sobre la enfermedad hepática es importante para la prevención, la detección temprana y el tratamiento.